Wearable (portable): se dice de la indumentaria que incorpora prestaciones tecnológicas avanzadas. Es decir: anillos que sirven de ratón; gafas con las que se pueden consultar mapas, información y recibir notificaciones; relojes que informan de la actividad física y de la calidad de los sueños, e incluso sujetadores que transmiten las caricias que envía por el móvil un miembro de la pareja al otro. ¿Llegan para quedarse o son una moda pasajera? Mireia Fernández-Ardèvol, investigadora de la UOC, analiza estas tecnologías que parecen llegar de una película futurista para poner en marcha nuevos modelos de negocios en el presente.
Por Núria Bigas
«La internet de las cosas no es una moda pasajera; de hecho, a corto o a largo plazo, el teléfono acabará desapareciendo», dice la experta de la UOC. Y cuando esto ocurra, «interactuaremos por medio de las gafas, los relojes, las pulseras…». Hoy por hoy, sin embargo, parecen más complementos de moda y joyería que objetos tecnológicos: «Son objetos nuevos, que pretenden integrarse en el estilo de vida de las personas. Las empresas tendrán que encontrar nichos de mercado adecuados pero más allá de los objetivos empresariales, porque somos las personas quienes decidiremos cómo y para qué los queremos usar».
La recogida de datos personales abre nuevos negocios
Muchas de estas tecnologías portables cuantifican indicadores del cuerpo. Es lo que se denomina quantified self (‘yo cuantificado’). Mireia Fernández-Ardèvol considera que el negocio de los macrodatos (big data) es uno de los negocios del futuro: «Los datos están ahí, los generamos mientras vivimos nuestra vida cotidiana, y técnicamente se pueden almacenar; por tanto, resulta inmediato encontrarles un valor comercial». Esto ha traído y traerá, según la investigadora, «nuevos modelos de negocio, y las empresas que tengan acceso a más datos en el mercado tendrán más capacidad para tomar decisiones». Y pone un ejemplo: «Las compañías de seguros, que en función de las métricas de los usuarios podrían hacer ofertas más ajustadas o una rebaja en el precio final».
¿Consumidores o vendedores de datos?
Parece que los consumidores queden relegados en este juego pero Mireia Fernández-Ardèvol afirma que no es así: «Somos vendedores de información, nuestros datos son la moneda de cambio que intercambiamos con los proveedores de servicios». Cuando aceptamos las condiciones de uso de los servicios de internet –muchas veces sin leerlas– estamos cediendo nuestros datos a la empresa. La investigadora considera que «somos consumidores menos conscientes de lo que deberíamos ser, a pesar de que el nivel ha aumentado, pero tenemos que saber a quién regalamos nuestros datos».
El cubo conectado de la UOC
Desde 2010, la UOC trabaja de manera intermitente en un prototipo de dispositivo inteligente aplicado al e-learning. Se trata de un cub o conectado a internet por el que el estudiante puede recibir avisos de tareas pendientes, revisar publicaciones, consultar material académico por medio de audios, hablar con otros estudiantes y practicar idiomas… Esta iniciativa se enmarca en la filosofía de la internet de las cosas, es decir, tener un conjunto de objetos cotidianos interconectados.
La experta
Mireia Fernández-Ardèvol es investigadora del grupo de investigación del CMES (Comunicación móvil, economía y sociedad) en el Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la UOC.
Fuente: Universitat Oberta de Catalunya (UOC)